miércoles, 23 de noviembre de 2011

Historias de vigilantes, frailes y monjas

Integrantes de la "Sociedad Cosmopolita de Resistencia
y Colocación de Obreros Panaderos".
Ir a la panadería del barrio y pedir media docena de vigilantes, tres cañoncitos de dulce de leche, dos sacramentos y una bola de fraile o suspiro de monja, forma parte de nuestras costumbres y hasta suena normal. Pero alguna vez, ¿Nos pusimos a pensar el por qué de estos nombres?


Los orígenes de estas denominaciones en nuestro país, se remontan a finales del siglo XIX.


El 18 de julio de 1887, nació en Buenos Aires la "Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos", de la mano de Ettore Mettei, un teórico anarquista que vivió en Argentina entre 1885 y 1889.


Esta sociedad, fue la responsable de bautizar a las facturas elaboradas en las panaderías con los nombres tal como los conocemos hoy. Con el fin de ironizar y burlarse de los cuerpos de poder de aquellos tiempos, llamaron “vigilante” a las masas alargadas decoradas con crema pastelera y dulce de membrillo, “cañoncito” a esta especie de tubo de masa relleno con dulce de leche - ambas denominaciones haciendo alusión a los estamentos militar y policial respectivamente-, “bola de fraile” o “suspiro de monja” a las europeas berlinesas y “sacramento”, a esta especie de pancito, que puede estar relleno o no, con dulce de membrillo. Estos tres últimos nacieron como “homenaje” a la iglesia católica.


Como detalle ilustrativo, cabe destacar que la justificación del apelativo “bola de fraile”, fue hacer alusión a las borlas que cuelgan en los extremos de los cinturones que visten los monjes. Este seudónimo no resulta atractivo para muchos, por lo que insisten en que lo correcto sería llamarlas “borlas de fraile”.

Aunque sus nombres resulten curiosos, no nos fijaremos en ellos a la hora de acompañar el mate con estas delicias que, desde hace más de 120 años, forman parte del folklore argentino.

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