domingo, 23 de octubre de 2011

Sharbet, sorbet...helado

Las historias sobre su origen son diversas. Hay quienes dicen que fueron creación de los antiguos romanos, ya que alrededor del año 60 d.C., el emperador Nerón servía en banquetes y fastuosas recepciones sorbetes elaborados a base de nieve, traída de los Alpes, miel y frutas. Otros afirman que nacieron en China, muchos siglos antes de Cristo, donde eran elaborados a partir de leche, agua y otros ingredientes y que fue el mercader Marco Polo quien llevó la receta a Italia, tras haber realizado viajes por el lejano Oriente.


Los sucesores de Bagdad y Basshora, también elaboraban bebidas a base de un almíbar de frutas y miel, a las que les agregaba nieve traída de las montañas de Asia. A este tipo de tragos se lo denominaba “Sharbet”, de allí el nombre “Sorbete”.


La elaboración y conservación de los helados era dificultosa, ya que debía disponerse de nieve y de un medio adecuado para mantener el frío. Únicamente los reyes y personas pertenecientes a las clases sociales más privilegiadas podían gozar del consumo de este tipo de alimento que, para la época, era un lujo.


En Francia, la expansión de los helados se le atribuye a Catalina de Médici, tras su unión con el Rey Enrique II.


A principios del siglo XVII, los heladeros de Florencia se establecieron en París, alrededor del Castillo Real. Hacia el año 1680, el primer café creado en París, fue “Procope”: un “café glacier”, dirigido por el siciliano Francisco Procopio dei Coltelli, inventor de la máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo para convertir al helado en una verdadera crema.


En Inglaterra, el helado llegó gracias a un cocinero francés que servía en la corte. Su propia receta incluía leche, lo que lo volvía aún más exquisito. Pero esta receta era mantenida en secreto: cuenta la historia que el rey le habría dado una importante recompensa a su sirviente, a fin de que éste mantuviera en reserva la fórmula y así servir este producto únicamente en la mesa real de su territorio. Las métodos de preparación de estas cremas eran celosamente conservados. Recién a partir del siglo XVIII, comenzaron a ser públicas y a incluirse en libros de recetas.


Hacia el año 1700, llegaron los helados a Estados Unidos. Allí nació la primera máquina heladora que permitió la elaboración de esta delicia en forma industrial.

En nuestro país comenzaron a servirse en el clásico “Café de París”, como también en “Café de la Armas” y “Café de los Catalanes”. El hielo utilizado provenía de Inglaterra o Estados Unidos y llegaba en forma de barras, envueltas en aserrín.

Poco a poco fueron instalándose nuevas heladerías que lograron invadir todas las ciudades de Argentina. Grandes empresas familiares lograron consolidarse cómo líderes en el rubro, ofreciendo una gama de sabores cada vez más amplia y una calidad incomparable con la de otros países.

Indiscutiblemente, nos hemos convertido en fanáticos de este postre y, haga frío o calor, siempre encontraremos la ocasión para pedir un cucurucho de dulce de leche o frutilla a la crema.

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